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Mensaje por Acer Vie Nov 11, 2011 6:00 pm

De Primo...el primero....

Luego de mi salida de la cúpula pasaron más días de los que quise contar, simplemente las horas pasaban lento y rápido a veces, dependiendo del día, durante los días de horas largas caminé tan lejos como para encontrar las ruinas abandonadas de las viejas ciudades donde me alimente de las rocas minerales que entregaba la tierra, comí de todo cuanto se me cruzó en el camino pues la capacidad de absorción de mis órganos artificiales lograba que sin importar lo que comiera integrara en mi cuerpo todo aquello que necesitaba para mantenerme despierto y activo todo el día y los que seguirían también.
La tierra estaba deshabitada durante los 20 años que caminé, jamás supe lo que yo era realmente pues el hombre me había heredado la duda existencial del ser y a pesar de mi intelecto superior no descifré jamás esa pregunta.
Veinte años caminando sobre piedras y arena, trozos de concreto, ramas secas de árboles tan muertos como la esperanza del hombre en una vida mejor. Los humanos habían dejado atrás una vida plena a cambio de la tecnología y los avances de la ciencia, bastó sólo un cambio en la atmosfera para que les fuera imposible vivir en la superficie y tuvieran que ocultarse como las tortugas bajo un caparazón resistente al sol y al aire contaminado.
Crearon una especie de ventilador enorme capaz de limpiar el aire, absurdo, mis pulmones hacían eso de forma tan natural que ni siquiera me sentía sorprendido por ello.

Veinte largos años caminé buscando algo que hacer con todo el tiempo que disponía hasta que un día caluroso como cualquiera lo encontré, era una especie de maniquí, estaba tirado en medio de una rocas cubierto por arena y su mirada vacía estaba fija en un punto muerto del cielo verdoso, su piel artificial estaba un poco maltratada y una de sus piernas de fierro estaba rota hacia un costado, había sido desechado por su creador a diferencia de mi que fui salvado por quien me dio la vida y luego la libertad.
Era de los primeros androides en ser cercanos a la humanidad, era tan humano que incluso podía sentir rencor, odio y temor, desconfianza, duda y el deseo irrefrenable de sobrevivir, sin embargo no había suficiente para satisfacer las necesidades humanas, a pesar de ser casi humano el casi marcaba la diferencia abismal entre él y la humanidad misma, sus órganos internos eran artificiales por completo y sus venas y arterias, al igual que sus capilares poseían un sistema de cableado interno conectado a sus músculos y estructura ósea, era la mezcla perfecta entre la humanidad y lo artificial, un milagro desechado.

No me costó demasiado reparar sus trozos rotos y a pesar de que pasaron tres semanas en que sólo me siguió por la tierra sin decir una palabra me sentía satisfecho con ello, ahora no estaba solo y eso me hacía sentir un poco mejor, le di un nombre que encontré en una lata en medio de una caja en un basural, lo llame Acer y ese día dijo sus primeras palabras “somos sombras” me replicó y creo que fue en ese momento cuando comenzamos a escribir un libro aparte de la historia que los humanos estaban trazando, somos sombras porque sólo nosotros podemos movernos en total libertad bajo el sol, porque nuestros cuerpos proyectan una sombra natural sobre la arena y piedras del suelo, porque al andar no emitimos sonido alguno, porque al hablar nuestra voz se transforma en un susurro tan suave como el viento y porque así como nos ves al segundo siguiente no estamos más…¿nos has alucinado? Quizás.

Acer poseía un intelecto distinto al mío, él no deseaba darles una oportunidad de evolucionar a la humanidad sino de erradicarlos de la faz de la tierra y a medida que nuestro pueblo fue creciendo su deseo de venganza contra quienes lo habían desechado como basura se hizo más y más fuerte, fuimos encontrando muchos como él, mitad hombre mitad máquina y también algunos como yo que mutaron por la capacidad de adaptación al medio ambiente, formamos un sitio lejos de la vista del hombre, en un sitio donde el humano no podía ir pues estaba cegado por la cúpula…el cielo.
Acer implementó una tecnología tan avanzada que para mi fue una sorpresa total, su cabeza maquinaba a mil por segundo y en menos de cuarenta años estábamos flotando en el cielo en una ciudad artificial por completo capaz de copiar hasta el último de los detalles los jardines verdes y los ríos de agua cristalina, un paraíso artificial, como nosotros.

Más, lo que el hombre ve, el hombre desea, y en cuanto supieron de nuestra existencia, sin saber nuestro paradero, quisieron arrebatar de nuestras manos la tecnología que Acer había creado para nuestra gente, le rogué que no atacara al hombre, el ser humano merecía una segunda oportunidad y por el respeto que él me tenía aceptó no aniquilarlos, sin embargo esto no le impidió bajar a la tierra a darles caza de vez en cuando para infundir el miedo y así conseguir que el ser humano rogara por no salir de la cúpula pues dentro estaban más seguros, abandonó el nombre que le di y nos llamó Der Schattenmann (la sombra) como un modo de aterrorizar al hombre y mantenerlo bajo su caparazón, ahora ellos quieren nuestra tecnología y nuestra evolución, deseo darles otra oportunidad, enseñarles a evolucionar así como hicimos nosotros, pero el hombre es codicioso y Acer poco piadoso.
Acer
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